Nunca se me dieron muy bien las matemáticas, pero desde pequeño la vida me enseñó que no siempre uno más uno es dos. Que el destino se encarga de dividir, sumar, multiplicar y restar en tu alma, pero que sumar por sumar no vale de nada, cuando la cuestión es de amor. Que todos somos expresiones buscando ser una ecuación, como si la vida se redujera a ser igual a otro, cuando se trata más de ser uno mismo, lo más lejos del montón. Que a veces se gana más dividiendo o restando, de lo que se gana sumando o multiplicando, porque hay gente que sólo quiere reducirte a la más mínima expresión. Por eso señorita yo le propongo un trató, usted enséñeme de matemáticas y yo le enseñó de amor, Usted enséñeme a sumar los besos que le voy a dar y yo le enseñó a darlos con pasión. Usted enséñeme a restar los problemas de su vida y yo le enseñó lo que puede llegar a hacer el verdadero amor. Usted enséñeme a multiplicar las sonrisas en su boca y yo le enseñó a comprimir sentimientos en una sola canción....