“No me olvides”
le susurré, mientras nos dejaba ir en el final de un abrazo.
Se lo dije todavía teniendo la esperanza de que se arrepintiera, de que me dijera una vez más cuánto me quería y esperando que todo eso fuera alguna especie de pesadilla.
Quería que ese “para siempre” tuviera sentido, como siempre lo había tenido (o me hacia creer).
Aquella noche lo dejamos todo atrás.
Ahora todo es parte de un recuerdo que se convierte en lágrimas de vez en cuando y una historia de amor casi tan perfecta que parecía eterna.
Lo que nunca voy a olvidar es que ese abrazo acompañado del “No me olvides”....
...No sólo yo lo estaba dando.
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