¿Papá, tú te vas a morir? -preguntó la niña mientras veía las gotas pegadas en el cristal, él siguió manejando y sin mirarla, contestó – Algún día, hija, pero no hoy. Mientras tú te haces grande yo me hago viejo, pero te prometo que voy a vivir muchos años para verte crecer y levantarte cuando caigas, para abrazarte incluso cuando seas odiosa y te incomode, para contarte cuentos y ponerme celoso de todos los hombres que te pretendan. Pero sí, algún día voy a morir.
–La pequeña seguía viendo las luces reflejadas en las pequeñas gotas de lluvia que decoraban la ventana, dibujando figuras inexistentes, uniendo puntos – ¿Y por qué te haces viejo? –dijo sin temor a la respuesta, como creyendo que todo era una mentira – Me hago viejo porque así es como debe ser, las sonrisas se van haciendo arrugas, y yo he sonreído mucho, por eso tengo tantas. El cuerpo de tanto correr se va cansando, y pronto mi cabello se va a ir llenando de canas, como el del abuelo y eso significará que me estoy haciendo viejo.
–La niña no dijo más, sólo miró a su papá a la cara, le dio un beso en la mejilla y se quedó dormida.
Al día siguiente, muy temprano, al mismo tiempo que el sól toco las ventanas, la pequeña despertó a su padre con gritos de alegría
– ¡Papi, papi! Te regalo este plumón, mira, es permanente –y le rayó la mano – ¿no se quita, ves? –y saltó en la cama con la solución de todos los problemas del mundo entre sus manos, y reía a carcajadas llenando la habitación de luz y era tan feliz como nunca nadie lo había sido – ¡Hija, tú sí que eres una loca! ¿Para qué me regalas este plumón? –preguntó el papá confundido y extasiado ante la felicidad de la pequeña pulga – ¡Es para pintarte las canas y que así nunca te hagas viejo! ¡Para que puedas vivir para siempre, papi! ¡Para que nunca te vayas!
Esa pequeña soy yo, y 20 años después sigo queriendo pintarte las canas y que nunca te vayas de mi lado, papá, y sigo siendo esa niña loca con actitud de pulga que te ve como un gigante que todo lo puede, eres mi ejemplo, mi héroe, mi guía, mi protector, MI TODO. Y sólo quiero que sepas que aunque te sigan saliendo canas y te estés haciendo viejo, para mí tú sí eres inmortal. Eres como ese plumón permanente, nunca te vas a borrar. ¡TE AMO, PAPÁ!
–La pequeña seguía viendo las luces reflejadas en las pequeñas gotas de lluvia que decoraban la ventana, dibujando figuras inexistentes, uniendo puntos – ¿Y por qué te haces viejo? –dijo sin temor a la respuesta, como creyendo que todo era una mentira – Me hago viejo porque así es como debe ser, las sonrisas se van haciendo arrugas, y yo he sonreído mucho, por eso tengo tantas. El cuerpo de tanto correr se va cansando, y pronto mi cabello se va a ir llenando de canas, como el del abuelo y eso significará que me estoy haciendo viejo.
–La niña no dijo más, sólo miró a su papá a la cara, le dio un beso en la mejilla y se quedó dormida.
Al día siguiente, muy temprano, al mismo tiempo que el sól toco las ventanas, la pequeña despertó a su padre con gritos de alegría
– ¡Papi, papi! Te regalo este plumón, mira, es permanente –y le rayó la mano – ¿no se quita, ves? –y saltó en la cama con la solución de todos los problemas del mundo entre sus manos, y reía a carcajadas llenando la habitación de luz y era tan feliz como nunca nadie lo había sido – ¡Hija, tú sí que eres una loca! ¿Para qué me regalas este plumón? –preguntó el papá confundido y extasiado ante la felicidad de la pequeña pulga – ¡Es para pintarte las canas y que así nunca te hagas viejo! ¡Para que puedas vivir para siempre, papi! ¡Para que nunca te vayas!
Esa pequeña soy yo, y 20 años después sigo queriendo pintarte las canas y que nunca te vayas de mi lado, papá, y sigo siendo esa niña loca con actitud de pulga que te ve como un gigante que todo lo puede, eres mi ejemplo, mi héroe, mi guía, mi protector, MI TODO. Y sólo quiero que sepas que aunque te sigan saliendo canas y te estés haciendo viejo, para mí tú sí eres inmortal. Eres como ese plumón permanente, nunca te vas a borrar. ¡TE AMO, PAPÁ!
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